martes, 28 de mayo de 2013

Sentimientos que dañan el alma


Si les pidiera que contestaran a la pregunta: ¿cuál es su misión en la vida? Seguramente no me darían una sola respuesta, sino muchas. Todas las personas tienen objetivos diferentes relacionados con su vida familiar, personal, social y laboral. Pero hay un deseo que nos une a todos, y ese es el de ser feliz. Todos anhelamos equilibrio interior, paz y tranquilidad.
El bienestar no viene genéticamente predeterminado, sino que se busca, se entrena. Las personas se rodean de circunstancias, de otros compañeros de viaje y de momentos que les aportan felicidad, buscan la seguridad y tratan de desprenderse de todo lo que les incomoda y provoca dolor. De hecho, vivimos en la era de la felicidad. Se cultiva y practica una filosofía dirigida a cuidarse y mimarse, y muchas personas dejan de salir de su zona de confort para evitar enfrentarse a sus miedos y no sentir la incomodidad del sufrimiento. Pero la envidia, la culpa, el remordimiento, la inseguridad, la frustración, la vergüenza…todos esos sentimientos forman parte nuestra evolución. Lo inteligente es saber dosificarlos para que cumplan con su función y no dejar que nos bloqueen.

Hay un remedio para las culpas, reconocerlas” (Franz Grillparzer)
Todo tiene su razón de ser y una explicación lógica. Los sentimientos negativos funcionan como un termómetro, nos indican que algo no funciona y se manifiestan a través del malestar. Pero tienen su parte positiva: educan, permiten evolucionar y generan aprendizaje. ¿Si no sintiera culpa, cómo sabría que ha herido a alguien? Si no sintiera frustración, igual no le daría valor al esfuerzo cuando consigue su objetivo. ¿Y qué me dice de la inseguridad?…También tiene un sentido evolutivo, le protege de las amenazas, aunque muchas de ellas no sean tan aterradoras como imagina. Ahora, deje espacio a sus sentimientos y, cuando estime que han convivido con usted el tiempo suficiente, ábrales la puerta y déjeles marchar.

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