viernes, 31 de enero de 2014

Causa y efecto: Ejemplo de la Astrología como pseudociencia

Desde tiempos remotos los humanos han intentado predecir una gran variedad de sucesos en función de lo que ocurría en el firmamento. Es obvio que esta querencia por la interpretación del patrón celestial se basa en la experiencia. Desde los bosques tropicales hasta los polos, pasando por los desiertos o la campiña francesa, la posición de las constelaciones a una determinada hora del día puede anunciar de manera más o menos exacta la proximidad de la época lluviosa o el invierno (dependiendo de las coordenadas del globo en que nos encontremos). Así el nacimiento de la Astrología podría haber tenido inicialmente una base puramente empírica, basada en experiencias o mediciones reales. Sin embargo, incluso si aceptásemos que alguna parte de la Astrología, tal y como se usa hoy día, tuviese algún poder predictivo, deberíamos preguntarnos si la causa (posición de las constelaciones) es lo que lleva al efecto (ej. perfil de personalidad). A través de este caso (la Astrología) queremos analizar en este post una de las labores principales de la ciencia: dilucidar sin ambigüedades las causas que llevan a determinados efectos observados.

Hoy en día a (casi) nadie se le ocurre pensar que son las estrellas presentes en el firmamento en un momento puntual las que tienen el poder de determinar la llegada de las lluvias, tal y como presupondría una Astrología ancestral y geocéntrica. Y eso a pesar de que la estacionalidad sí tiene que ver con la interacción entre la Tierra y el Sol. La diferencia entre la verdadera causa de la estacionalidad (la inclinación del eje de La Tierra respecto a la eclíptica que hace que el Sol incida de manera diferente sobre los diferentes puntos de ésta en diferentes épocas del año) y la coincidencia entre las estaciones y la posición de las constelaciones nos lleva a un corolario importante en ciencia: “ correlación no implica causalidad”.

Las Pléyades


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